Los juicios del Dios Agrella

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Reseña

“Decir novela a Los juicios del dios Agrélla! es cumplir una convención, entregar un molde comunicable, un producto. Esto es escritura. Eso arma otra filiación, en vez de ser una deriva geográfica de las derivas europeas, es un experimental en nuestro idioma en un momento en que ciertas intensidades podían quebrar el lenguaje que hoy es un remedo militarizado.

Para la paz del editor y sus búsquedas, esta novela no vio la luz antes en Sudamérica, sino que es escrita tras la vuelta a Europa de Remenyik. Libos escribe en la contratapa «Los juicios del dios Agrélla! Es la destilación final de la aventura latinoamericana del lamparero, y su alucinación más grandiosa».

Los extraños diálogos, apariciones y recuerdos de/en un bar son el punto de partida de la novela. La noche se revela en toda su capacidad de misterio, el bar parece hundirse con la ciudad, todas las lenguas están muertas en él y confluyen en un personaje protagónico que hoy nos parece casi natural en Valparaíso, el poeta loco, pobre y barsa, carne de morgue:

«Agrella, que es un poéta i anarchista, se rie siempre i anda muy mál afeitado! en ciertos cásos le ayudo con poco dinero, si en lás cocineriás ya no tiene crédito! anda hambrientío, i tiene frio siempre! su vestido es completamente rotoso, i se acostumbra lávar su camisa en el már! I ella se reia mudamente, con dos lágrimas en sus ojos, perdidos en su cára descolorida i flaca!»

Quien habla es una mujer de la noche, figura constante en la literatura de nuestra ciudad, tratada por Remenyk de forma meritoria, ya que habla y no es solo objeto de deseo o de uso como en muchos narradores sociales. Es más, cuando Agrella delira y enferma por su desaparición apropia las formas de expresión de ella: «soy confusa» / «soy confuso». Y todo es confuso, es parte de la oscuridad de este puerto, que diluye el tiempo, como si estuviéramos en un buque o un piso castigado por los terremotos.

También es parte de la atribución del infinito amor homoerótico entre colegas. Habla Remenyk cuando habla Agrella, hablan ambos siendo uno para siempre. Es más, uno podía homologar la relación de los protagonistas reales de Los detectives salvajes a esta, novela en que Roberto Bolaño hace vivir para siempre a Ulises Lima/ Mario Santiago apropiándose su historia y discurso. La segunda parte de Los juicios del Dios Agrella! se vuelve un monólogo de las aventuras, de la convocación de recuerdos hechos por Agrella, cuando desde Valparaíso podía verse el mundo con la obra manuscrita en el bolsillo.

Paradójicamente, Agrella fue en la realidad el primer editor en español de Remenyik, a su vez un poeta periférico en nuestra tradición. Caxicondor, editorial de Chano, abrió su catálogo con un libro de Otto Gross, y el paratexto que realizaba era de una similar calidad que el mismo texto traducido, así es también en este libro, que nos permite a acercarse a la intensidad y vanguardia de una generación olvidada. A la vez llena el libro de sustancias gráficas, sus propios grabados y otras imágenes, envuelta por una estética negra como la noche de los bares de la muerte.

Entiendo su obsesión, compartimos taller en Valparaíso y mientras veo distintas pantallas con diseño él elige lo anacrónico que es pintar a mano el negro de un afiche original para difundir Los juicios del dios Agrella! En el colofón agradece a sus amigos y efectivamente todos somos colegas en el taller Cerro. Escribe: «Cooperativismó contra mercantilismó». Si Remenyik noveló a su primer editor, me pregunto, ¿quién escribirá la novela de los editores alucinados?.

Cristóbal Gaete”