[RESEÑA] – Que el amor es bailar… Pequeñas anotaciones en torno a dos novelas con música de fondo

Por Paulina Bermúdez Valdebenito

¿Qué nos viene a la cabeza cuando pensamos en el verano?

Para mi verano es sinónimo de festivales, música en vivo, calorcito.

Por este lado del hemisferio, el verano además coincide con las vacaciones, así que en verano siempre encontramos muchos panoramas al aire libre, que incluyen música. Y si me pongo a pensar en mis veranos, vienen recuerdos de tocatas con amigues, fiestas en la playa, carnavales culturales de Valparaíso con bandas de tremendo nivel, y obviamente no podemos dejar de pensar en el Festival de Viña.

Así que cuando pensé en qué libros quería reseñar para este verano, supe que debían traer música de fondo.

En esta ocasión, escogí dos novelas que se encuentran de alguna manera, atravesadas por la música.

En primer lugar, leí “Mientras dormías, cantabas”, de Nayareth Pino Luna, una novela que incluye una banda sonora, y en que acompañamos a la narradora en la fiesta de año nuevo familiar, y la música se convierte en su salvavidas.

                “La música existe para evitar que los cuerpos terminen haciendo otra cosa.
Los cuerpos a veces deciden dañarse, por eso es mejor entregarse al vaivén,
pasos hacia delante, pasos hacia atrás.”

El lenguaje, los sentimientos y los acontecimientos se ven articulados en torno a la música, y particularmente en esta novela, en torno a la cumbia.

La celebración de año nuevo, que va de la mano con la reunión familiar obligada, la incomodidad y los silencios se hacen más llevaderos para Marta, con la cumbia sonando de fondo. Se confunde y se funden ambos lenguajes, el musical y el narrativo, rescatando así las letras de la cumbia como pequeños fragmentos de poemas que llevamos en un imaginario colectivo nacional.

“El coro es un mantra en el sánscrito de lo familiar.
La Parabólica, la parabólica, bólica, bólica, bólica.”

En esta novela, se pone música para evadir la realidad que golpea en la cara de los personajes una vez que se dan el abrazo de año nuevo y se quedan en silencio, y recorremos junto a la playlist, los distintos estados que van acompañando a Marta, la protagonista, y a su familia.

Nayareth Pino, conjuga de forma preciosa el lenguaje metafórico de la narración, la melodía de las cumbias y sus letras. Por lo que la narración se nos hace cada vez más familiar al encontrarnos tarareando una cumbia mientras leemos y desciframos los secretos que guarda esta familia.

El silencio como motivo recurrente en las dinámicas familiares de los personajes, en donde abundan las preguntas sin responder, los vacíos en el hilo de una historia familiar que nos lleva irremediablemente a una soledad silenciosa. En donde el salvavidas termina siendo una vez más la cumbia.

“Elegir una canción es como elegir un nombre con el que llamar a alguien que nace o que muere…” dice Nayareth al inicio del segundo capítulo, y es que yo siento que cada canción que ha puesto en esta novela está estudiada y escogida con un cuidado único, con respeto. Y eso es lo bonito de la novela, no hay un cruce forzado entre uno y otro lenguaje, juegan y conviven de manera orgánica y natural, fluido como lo que nos sale del cuerpo cuando nos enfrentamos a una cumbia.

*             *             *

En “Quisiera que oyeran la canción que escucho mientras escribo esto”, la novela debut de la colombiana Manuela Espinal Solano, aparece la música como un sino, como una marca de nacimiento y como la estampa indeleble que se ha traspasado de generación en generación, en donde, la autora nos presenta esta historia fragmentada y autoficcional en una lectura rápida y fluida, que nos deja mucho entrelíneas, buscando la complicidad con les lectores, para que con los boleros y la música de fondo, podamos ir rellenado.

Se cuenta la historia de una familia unida por la música, en donde todos, desde siempre, han cantado, tocado un instrumento, o participado del grupo musical familiar, pero en donde, desde un principio se nos muestra que la protagonista, rechaza ese don, lo dado con la herencia familiar en busca de su único propósito -que es el propósito de los hijos- defraudar a los padres.

Nuestra protagonista nos va develando su historia, su vida llena de música, que tiene mucho de autobiográfica. En efecto Manuela Espinal Solano escribió su primera canción a los cuatro años, en donde los recuerdos desde siempre tienen música de fondo, largos ensayos en la sala de estar de su casa y una familia que vive y sueña con la música. Acá las melodías son entonadas por sus personajes, se vive la música con la misma intensidad con la que se respira. Pero eso es lo dado, y a lo largo de la narración acompañamos a la protagonista en su descubrimiento personal, en el deber ser, en lo que te enseñan y te heredan, versus el descubrimiento de tu propia vocación.

El extrañamiento de una madre ante esa hija a la que no le gusta brillar de la misma manera en que le gustó a su madre y a su abuela. Esa hija a la que no le interesa el papel protagónico ni quiere sobresalir de entre los demás, porque eso era lo dado.

Acompañamos en una búsqueda personal que se resume de manera preciosa en esa cita:
“Pero quiero que sepa que no voy a seguirla toda la vida. Ella quiere escapar,
yo también”.

Acompañamos a la joven protagonista que intenta escapar de esta marca de nacimiento, que significa también escapar de ella misma. Desde niña se cuestiona esta herencia, la comparte, la música atraviesa por completo cada rincón de su vida y su familia como una enredadera invisible que los une y los mantiene con vida. Pero se descubre y decide que también quiere hacer su camino y escapar, como ha escapado toda la vida su madre, pero para ella escapar, significa defraudar el patrón familiar, salirse de ese orden establecido y crearse una vida fuera de ese margen.

*             *             *

Ambas novelas son atravesadas de distinta forma por la música, pero con ambas lecturas tenemos una música sonando en nuestras cabezas.

En ambos casos significa que con esa música llenamos silencios, completamos eslabones inconclusos en la cadena familiar y se abren memorias. La forma en que son atravesadas ambas narraciones nos dejan tarareando nuestra propia historia, se hace imposible no pensarse con una playlist que nos complete, porque como en “Mientas dormías, cantabas”, muchas veces ponemos música para acallar alguno que otro pensamiento que tenemos dando vueltas o para llenar algún silencio del que en algún momento de nuestra vida, queremos escapar.

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Paulina Bermúdez Valdebenito es escritora especializada en minificción e imparte talleres de lectura y escritura para adultes, jóvenes y niñes. Puedes conocer más de su trabajo en el instagram @pauli_bermudez_valdebenito


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