Reseña

“Ajena a todo servilismo dogmático, la obra de György Lukács se define por un espíritu exploratorio en el que podríamos legítimamente reconocer una de las múltiples afinidades que presenta con el pensamiento de Marx. Con el gran proyecto novelístico maduro de Goethe –Los años de peregrinaje de Wilhelm Meister– se encuentra también vinculado Lukács por el convencimiento en que la realidad necesita ser continuamente reexaminada y recorrida: convertida en objeto, a la vez, de un aprendizaje y un viaje, ya que ella, aunque de manera intrincada, es siempre más rica que cualquier elucubración pergeñada acerca de ella. En ¿Marxismo o proudhonismo en la historia de la literatura? (1940) señaló Lukács, a propósito de Goethe y Hegel, que ambos poseían

una insaciable hambre de realidad; ambos quieren asimilar y concebir la entera realidad, tal como es; quieren aprender ininterrumpidamente de la realidad; están hondamente convencidos de que la razón oculta en el movimiento del mundo externo está por encima del pensamiento individual incluso de las personalidades más geniales. Así consiguieron concebir el movimiento concreto de las contradicciones como contenido unitario de la naturaleza, la historia y el pensamiento.[1]

Los estudios que presentamos brindan un testimonio elocuente de la índole audaz y provocadora del pensamiento lukácsiano. El volumen se abre con dos contribuciones del propio Lukács hasta ahora inéditas en castellano. La primera pertenece al período juvenil, y constituye una breve pero aguda reseña de las lecturas que influyeron en él desde la infancia hasta el año de 1918 –el mismo en que tiene lugar el pasaje al marxismo y la participación en la Revolución Húngara–; tanto el elenco de las obras y los autores mencionados como los comentarios acerca de unas y otros brindan indicaciones sugerentes sobre el derrotero juvenil del pensador húngaro. La conferencia “Los nuevos problemas de la investigación hegeliana” desarrolla los lineamientos fundamentales del libro sobre El joven Hegel, e incluye interesantes discusiones con dos de los más conocidos intérpretes de la obra hegeliana en el siglo XX: Jean Hyppolite y Jean Wahl. Sigue a continuación una serie de artículos que se ocupan de examinar la dimensión filosófica y política de la obra lukácsiana tardía; el de Guido Oldrini reconstruye, a partir del ensayo sobre Minna von Barnhelm de Lessing, pero también –ante todo– a partir de la Estética y la Ontología, algunos argumentos fundamentales vinculados con la proyectada Ética que, infelizmente, Lukács no llegó a escribir. Tibor Szabó investiga las posiciones políticas de Lukács, sobre todo las posteriores al aplastamiento de la sublevación húngara de 1956, demorándose especialmente en Demokratisierung heute und morgen [Democratización hoy y mañana] y en el Testamento político. En el opúsculo sobre el proceso de democratización se detiene también Antonino Infranca, en un análisis que coloca las reflexiones políticas de Lukács, no solo en el contexto histórico de los primeros años del poststalinismo, sino también en las circunstancias contemporáneas, y que demuestra además la vigencia de las propuestas lukácsianas. Mario Duayer aborda el candente debate sobre el papel y la centralidad del trabajo, mostrando la incompatibilidad básica entre la filosofía de Lukács y cualquier justificación de la producción alienada, y sostiene de manera aguda y persuasiva la tesis según la cual toda crítica tiene que ser, sustancialmente, crítica ontológica. La contribución de João Leonardo Medeiros establece un cotejo entre el pensamiento ontológico de Lukács y las recientes interpretaciones de la obra marxiana realizadas por Moishe Postone: además de delimitar con claridad las diferencias entre ambos autores, el artículo sostiene la complementariedad entre sus respectivas teorías. Ester Vaisman pone de manifiesto, no solo las profundas coincidencias entre los abordajes que han hecho Marx y Lukács del problema de la individualidad, sino al mismo tiempo la superioridad de dichas aproximaciones frente a otras formas, limitadas y superficiales, de examinar el problema. La autora subraya además la relevancia que, en la Ontología, posee el énfasis puesto en la genericidad (Gattungsmäßigkeit) humana. El trabajo de Maurício Vieira Martins se ocupa eficazmente de exponer las divergencias entre la Ontología lukácsiana y otros modos de aproximación a la obra de Marx –ante todo, los de Althusser y consortes–, y explica las razones que fundan la superioridad de aquella sobre estos. El autor ofrece una clara y sintética reflexión sobre el concepto de ontología –remontándose a Parménides y Spinoza, a Hegel y Heidegger, entre otros–, con vistas a definir la especificidad de las formulaciones desplegadas por Lukács en su gran tratado póstumo.
La tercera sección reúne trabajos dedicados a la teoría literaria y estética del pensador húngaro. El de Juarez Duayer reúne y analiza las aportaciones fundamentales de Lukács para una estética de la arquitectura, a la vez que realiza innovadoras sugerencias para examinar la realidad urbanística contemporánea a partir de los conceptos lukácsianos. Martín Salinas se concentra en el brillante ensayo sobre Minna von Barnhelm para indicar, no solo la articulación interna del estudio sobre la comedia lessinguiana, sino también la elaboración, en dicho ensayo, de algunos de los motivos centrales de la filosofía lukácsiana tardía. Miguel Vedda procura revelar la significación que el libro sobre La novela histórica tiene, no solo en la evolución de la teoría literaria en general (y la marxista en particular) del siglo XX, sino también en el marco del pensamiento lukácsiano sobre la conexión entre las formas estéticas y el sustrato social del que dichas formas deben forzosamente nutrirse. Guadalupe Marando se apoya en un pasaje de la “autobiografía en diálogo” Pensamiento vivido para establecer una original e iluminadora puesta en relación entre el pensamiento maduro y tardío de Lukács y algunos aspectos sustanciales de la teoría y la crítica psicoanalíticas.
Los trabajos incluidos en la presente compilación prestan atención particular a la obra madura y, sobre todo, la tardía de Lukács. A propósito de esta última habría que destacar su determinación de restaurar el marxismo en su verdadera dimensión y eficacia. En especial, el filósofo húngaro se esforzó en recuperar para el marxismo un pensamiento ontológico, en un período de amplia difusión y aceptación del rechazo hacia la ontología en el campo de la ciencia; un rechazo reivindicado por el neopositivismo. En la crítica a semejantes posiciones, Lukács parece anticipar la emergencia de posiciones teóricas como las del postestructuralismo, el postmodernismo y el neopragmatismo que, a partir de la segunda mitad de los años sesenta –y con el pretexto de desplegar una crítica al cientificismo promovido por el neopositivismo–, adoptan la misma postura, impugnando cualquier referencia a la ontología.
De cara a tales impugnaciones, sería posible preguntar: ¿por qué tal insistencia sobre la ontología? Toda la Ontología del ser social es una respuesta fundada a esta pregunta. Para ofrecer una justificación sintética y –si es posible decirlo– irrefutable en su simplicidad, cabe decir que toda posición teórica de rechazo a la ontología es puramente nominal, pues está fundada en una ontología tácita, presupuesta por su epistemología. En otras palabras, toda reivindicación de conocimiento tiene como presupuesto una idea –por más general que sea– sobre la constitución del objeto acerca del cual se reclama el conocimiento. En consecuencia, impugnar la ontología significa adoptar de forma acrítica concepciones sustantivas sobre el mundo. Por contraste, admitir el carácter ineludible de la ontología implica la necesidad de investigar las concepciones que fundan nuestras ideas y las prácticas que ellas facultan. Dicho en otros términos: es mejor tener conciencia de la ontología que informa nuestras acciones que actuar sobre la base de nociones irreflexivas acerca de la realidad, que pueden ser simplemente falsas, en la medida en que son irrealizables las finalidades de las prácticas que se basan en nociones falsas. Es posible concluir, pues, que el énfasis sobre la ontología tiene como corolario la verdad. Poner una finalidad y actuar en conformidad con ello presupone, desde luego, una figuración del mundo: una ontología cuya conformidad con la realidad es condición para alcanzar la finalidad. Resulta comprensible el esfuerzo de Lukács para construir una ontología en el seno del marxismo, como también la importancia que asume para él la explicitación del fundamento ontológico del pensamiento marxiano. Pues si las representaciones ontológicas son centrales en la praxis social de los sujetos y, aun en el caso de que sean falsas, poseen un poder social real, es notorio que la crítica ontológica es un imperativo. Si las estructuras sociales generan y necesitan representaciones ontológicas falsas por parte de los sujetos y si, por medio de ellas, los sujetos reproducen en su praxis esas estructuras, entonces solo una crítica ontológica puede romper con tal círculo vicioso, que necesariamente frustra los proyectos de un mundo más humano. Es posible concluir que una crítica genuina es crítica ontológica, y la restauración de la dimensión crítica del pensamiento de Marx presupone, como lo desea Lukács, la recuperación de su dimensión ontológica. Si Marx ofrece otra figuración del mundo y, por ende, ejerce una crítica ontológica de las formas de pensamiento propias de la sociedad capitalista (científicas y no científicas) y, en la misma medida, de las estructuras y relaciones sociales que las producen y requieren, la Ontología de Lukács constituye una contribución incomparable para devolver al pensamiento marxiano su dimensión verdaderamente crítica.
Mario Duayer
Miguel Vedda”