Reseña

“Con la invención de la imprenta el libro se convirtió más que nunca en un arma ideológica de largo alcance. Ante el peligro que entrañaba su difusión en la recién fundada Nueva España, el tribunal de la Inquisición combatió implacablemente la circulación de textos “sospechosos y perniciosos” que atacaban la fe, la moral o las instituciones. Biblias protestantes, novelas de caballería, escritos humanistas y filosóficos, tratados de ciencia y de astronomía fueron confiscados, censurados o quemados.

Francisco Fernández del Castillo compila en Libros y libreros en el siglo xvi los edictos que revelan los procedimientos seguidos por el Santo Oficio para prohibir aquellos textos; pero también muestra que, a pesar de tales medidas, el contrabando burlaba el control, abriendo paso al Amadís de Gaula, al Roldán, a Virgilio y Cicerón o incluso a Erasmo.”