““#UnaQueNosUna”, “#EstaNO”, “#RechazoConAmor”. En estos hashtags, así como en otras palabras claves clicables y no clicables, se jugó una estrategia retórica conocida desde hace unos doscientos años. Su fuerza se debió (y se debe) a que el lenguaje no se reduce a
una mera capacidad comunicativa. Omitir la fuerza performativa de las palabras, hoy además articuladas a diversos aparatos mediales, puede alejarnos de lo que nos permitiría comprender las singularidades de la nueva “derecha radical”, término que aglutina un espectro heterogéneo, una nebulosa de grupos, partidos y asociaciones, como le ha venido llamando Fiammetta Venner, que compartirían una política reaccionaria sostenida bajo un modo de comprender la vida, que puede tanto esencializar lo humano como apuntalarlo sobre valores religiosos, a fin de alcanzar un sistema político restrictivo que les permita imponer sus intereses, ordenando y jerarquizando a la población. Para ello, recurren a elementos y políticas que reducen prácticamente todas las libertades sobre las que se puede sostener un estado social de derecho, cuando no el derecho mismo, punto que les liga directamente con la derecha radical tradicional.”