“El siglo XX fue tiempo de grandes movimientos. Fuente de una incesante migración del campo a la ciudad, transformando al mundo en un espacio mayoritariamente urbano. Fue un tiempo de pueblos, alzados y revueltas; un siglo de robustos movimientos sociales y grandes revoluciones. La mayoría fueron revoluciones campesinas: México, Rusia, China, Cuba, Vietnam y Nicaragua. En Chile, si bien no hubo propiamente una revolución campesina, miles de mujeres y hombres del campo se movieron hacia las ciudades, protagonizando algunas de las transformaciones más importantes en materia de democratización social. Para comprender el pulso de esta época, habría que imaginar el bullicio incesante de un país poblado mayoritariamente por niños, en el que todo estaba por hacer: los barrios, las ciudades y las revoluciones constituían un horizonte, y no sólo un episodio más en el catastro de los dolores de la clase popular.
Entre 1940 y 1960, cuando el siglo llegaba a su cénit, la descampesinización llegó a su máximo, por lo que ciudades como Santiago duplicaron su población. Las razones, entre otras, fueron la explotación y la falta de oportunidades que tenían los miles de mujeres y hombres, hijos de inquilinos o labradores, provocando que muchos de ellos dejaran sus faenas agrícolas y buscaron un mejor futuro en las ciudades o pueblos ligados a la minería. En el cuento “Tierra Ajena”, Oscar Castro retrata el dolor de Lisandro Pozo, campesino que fue despedido por su patrón producto de su vejez. “Pero, ¿aónde voy a irme, señor? Soy viejo… no me admitirían en niúna parte”. El patrón le responde con una interrogante: “¿Y tus hijos?”. “Usted sabe, se jueron”. Uno de ellos había partido a las salitreras del norte. “Pues, no deberías haberlos dejado que se fueran. Su obligación era seguir aquí”. La renuncia realizada por los hijos de Lisandro, que se niegan a perpetuar el papel que los campesinos cumplían en la estructura social, representa el inicio de un proceso de diversificación social que cambiará el rostro de la sociedad chilena.

Nicolás Acevedo”