Cerca del corazón salvaje

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Reseña

“En Cerca del corazón salvaje, la primera novela de Clarice Lispector (1943), la lengua se expande y torsiona para darle intensidad a los momentos mínimos, comunes, banales, recortados del fluir de la vida. Lispector había inventado una lengua propia, una lengua rica en metáforas inusuales, cambios metonímicos, y efectos de extrañamiento, producidos por un flujo narrativo caracterizado por la descripción alusiva y la atención otorgada a detalles sensoriales. Lispector va así construyendo una narrativa que privilegia los estados interiores por sobre los acontecimientos de una trama narrativa, da vida a objetos y situaciones mínimas, irrelevantes para cualquier trama, pero fundamentales entanto narración de una vida. Así la historia de Joana -la protagonista- se va hilvanando a partir de fragmentos ordenados más en torno a la construcción de una densidad psicológica que en torno a la organización de los hechos de su vida.

Lo cierto es que, en su primera novela, Cerca del corazón salvaje, escrita en 1941, publicada en 1943 y reeditada por Corregidor (2020), es que Clarice Lispector ya fue insistente con el trabajo sobre la palabra estableciendo un compromiso durante toda su obra. Si bien es una escritura con el asombro de sus 24 jóvenes años, Joana, su personaje principal, es una niña que pierde a su padre, queda huérfana y es acá donde encontramos su temprana fascinación por las cosas, porque para la Joana niña todo tiene el mismo valor: “entre ella y los objetos había algo”. Escrito en tercera persona, esta novela –tal vez con una línea un poco más clásica o, mejor dicho, menos fragmentaria- narra cómo la vida de Joana niña se convierte en mujer, jugando sin pudor con la forma, la continuidad, los puntos de vista y los saltos temporales. Incluso, cuando los personajes secundarios aparecen, tienen la misma importancia. La tercera persona se fusiona con la primera, manteniendo profundos diálogos internos, y los personajes hablan cuando menos se los espera decir. La narración busca asirse a todo, incluso al lenguaje y a la estructura, sorprendiéndonos con la sensación de estar nuevamente en un sueño dentro de otro, pero no es acaso que «¿el movimiento explica la forma?», Clarice Lispector pregunta desde siempre y trata de responder con un nuevo signo de interrogación: «¿Qué importa al final, vivir o saber que se está viviendo?”. Lispector libera lo onírico, lo modula y lo vuelve bólidos de fuego que tira hacia los cuatro puntos cardinales: “y fue tanto cuerpo que fue puro espíritu”.”